A
la mañana siguiente, a pesar de tener una noche movidita (me
preguntaba si aquellos que dormían en las habitaciones contiguas
pudieron dormir tranquilos con la banda sonora de mis viajes al
aseo)
Era de madrugada y el cielo se veía ya de color azul, pero la luna aún no se había retirado, lo que le daba un aspecto aún más mágico a la situación.

El camino de acceso hasta la "tumba del tesoro" de Petra es bastante largo, pero desde el principio se pueden apreciar indicios de tumbas horadadas en la piedra.
Después de un tramo amplio en la que esas tumbas se veían distantes, el camino continuaba entre montañas, por una gruta estrecha de formación natural, pero trabajada ya por manos romanas para canalizar el agua hacia el interior. Se podía ver a los lados unos canales artificiales, uno podía imaginar que en un pasado contenían agua, servía a su vez para dar de beber a caballos y camellos y para contener el agua de la lluvia.
De vez en cuando nos encontrábamos en las paredes rojizas alguna forma tallada como si fuese para un altar o similar, de forma rectangular y con un bajo-relieve en el centro ya desdibujado por el tiempo, irreconocible.
Roy hacía bromas con la melodía de Indiana Jones, cada vez que parecía que nos toparíamos con “la tumba del tesoro” comenzaba a tararearla. El nerviosismo iba aumentando, intentábamos anticiparnos a la sensación de encontrarnos con la tumba pero no era algo al alcance de nuestra imaginación.
Finalmente apareció entre las paredes esa maravilla tallada en la piedra. Tuvimos la gran suerte de que ese día no había apenas turistas y pudimos verla desde cualquier distancia el tiempo que quisimos.
El espacio se hacía más amplio en el lugar de la tumba, como una plaza central entre paredes de montaña. En el centro, presidiendo la vista desde la entrada, descansaba un gran camello. Una chica, que entraba al mismo tiempo que nosotros, lo primero que hizo al llegar fue acercarse al camello, ignorando por completo la tumba del tesoro. Cada uno tiene sus prioridades, pero ésta prioridad cansada de tanto cariño le propinó un buen mordisco. Yo que estaba admirando la escena capté justo el momento de la dentellada, que por suerte no acertó y la dio al aire. Creo que en ese mismo momento la pasión de la chica por los camellos disminuyó, al menos, un poco.
En
la cima de la primera montaña que recorrimos, con un paisaje
precioso descansaban unos beduinos rastafari. Uno de ellos nos
invitaba a comprar algo, le dimos una negativa cordial y respondió
con un “don't worry, be happy”.
Seguimos el recorrido coincidiendo con unos turistas alemanes. En el grupo nos llamó la atención una mujer verdaderamente mayor que iba en él, nos dejó asombrados por su energía y que se moviese con esa facilidad por un recorrido que no era del todo fácil.
Adelantamos al grupo y nos topamos con otra mujer anciana, pero en este caso era autóctona. La sorpresa fue mayor, no nos explicábamos dónde viviría, y si recorrería todos los días aquel camino tan difícil. Nos ofreció un te, Juan y Roy aceptaron, aunque preocupados por la procedencia del agua, ella aseguraba que lo había comprado en una tienda. Yo no me sumé al té no por el agua, sino por tener tener aún el estómago indispuesto.
Más adelante llegamos a la tumba de los jardines, a mi me empezaron a flaquear las fuerzas y tuve que parar un rato.
Aquel lugar era un bonito ejercicio para la imaginación. Según se ponía ver en el cartel aquel valle entre montañas había sido en su tiempo un vergel lleno de plantas, en el que corría el agua y la abundancia. De eso sólo quedaba ya el esqueleto y algún que otro matorral.
. . .
Era de madrugada y el cielo se veía ya de color azul, pero la luna aún no se había retirado, lo que le daba un aspecto aún más mágico a la situación.

El camino de acceso hasta la "tumba del tesoro" de Petra es bastante largo, pero desde el principio se pueden apreciar indicios de tumbas horadadas en la piedra.
Después de un tramo amplio en la que esas tumbas se veían distantes, el camino continuaba entre montañas, por una gruta estrecha de formación natural, pero trabajada ya por manos romanas para canalizar el agua hacia el interior. Se podía ver a los lados unos canales artificiales, uno podía imaginar que en un pasado contenían agua, servía a su vez para dar de beber a caballos y camellos y para contener el agua de la lluvia.
De vez en cuando nos encontrábamos en las paredes rojizas alguna forma tallada como si fuese para un altar o similar, de forma rectangular y con un bajo-relieve en el centro ya desdibujado por el tiempo, irreconocible.
Alguna
de ellas estaba acompañadas de un cartel que informaba de lo que los
arqueólogos habían llegado a suponer que habría sido en su día.
La más sorprendente de ellas era una de origen romano en la que se
había tallado una fila de hombres con sus camellos, todo a tamaño
real, estaba muy desdibujado ya, pero se podía distinguir las patas
del camello con sus pezuñas, el volumen del cuerpo, las túnicas de
los hombres y sus pies. Lo que me llamó más la atención es que
habían jugado en algunas zonas a tallar el canal para el agua por
detrás de las figuras, de forma que algunas patas de camello
formarían un relieve completo y detrás de ella el canal
transportaba su agua, quería imaginar aquello y me parecía
grandioso, sólo ese camino hacia la entrada de la ciudad debía ser
de una belleza inimaginable, de la que ya sólo podemos ver algo
parecido a lo que encontraron en su origen, unos metros más amplio.
Roy hacía bromas con la melodía de Indiana Jones, cada vez que parecía que nos toparíamos con “la tumba del tesoro” comenzaba a tararearla. El nerviosismo iba aumentando, intentábamos anticiparnos a la sensación de encontrarnos con la tumba pero no era algo al alcance de nuestra imaginación.
Finalmente apareció entre las paredes esa maravilla tallada en la piedra. Tuvimos la gran suerte de que ese día no había apenas turistas y pudimos verla desde cualquier distancia el tiempo que quisimos.
El espacio se hacía más amplio en el lugar de la tumba, como una plaza central entre paredes de montaña. En el centro, presidiendo la vista desde la entrada, descansaba un gran camello. Una chica, que entraba al mismo tiempo que nosotros, lo primero que hizo al llegar fue acercarse al camello, ignorando por completo la tumba del tesoro. Cada uno tiene sus prioridades, pero ésta prioridad cansada de tanto cariño le propinó un buen mordisco. Yo que estaba admirando la escena capté justo el momento de la dentellada, que por suerte no acertó y la dio al aire. Creo que en ese mismo momento la pasión de la chica por los camellos disminuyó, al menos, un poco.
Resulta impactante tener delante una obra así. Aquel lugar recibió
visitas de numerosas culturas y civilizaciones. En su momento álgido alrededor de la tumba, posiblemente ésta fuese lo menos
significativo, pero por suerte ha quedado su huella como recuerdo del
pasado.
El aspecto es el mismo que almacenaba en mi recuerdo de infancia cuando la vi en la película de Indiana Jones y la última cruzada, aunque el escenario que lo rodeaba no me lo hubiese imaginado así, y mucho menos que al acercarme a la misma revelase a sus pies otra tumba bajo el suelo, como continuación de la conocida fachada.
Aún desconozco el uso y el acceso a la tumba que se veía debajo, tampoco era posible acceder a la tumba del tesoro, sólo podíamos verla a distancia, y horrorizarnos por el absurdo de aquellos que en el pasado dispararon sobre algunos relieves de la fachada, esperando encontrar el tesoro que daba nombre a la tumba.
El aspecto es el mismo que almacenaba en mi recuerdo de infancia cuando la vi en la película de Indiana Jones y la última cruzada, aunque el escenario que lo rodeaba no me lo hubiese imaginado así, y mucho menos que al acercarme a la misma revelase a sus pies otra tumba bajo el suelo, como continuación de la conocida fachada.
Aún desconozco el uso y el acceso a la tumba que se veía debajo, tampoco era posible acceder a la tumba del tesoro, sólo podíamos verla a distancia, y horrorizarnos por el absurdo de aquellos que en el pasado dispararon sobre algunos relieves de la fachada, esperando encontrar el tesoro que daba nombre a la tumba.
La
primera tumba conocida era aquella, pero nos quedaba mucho por ver.
Teníamos un mapa con distintas rutas para recorrer,
elegimos dejar el monasterio para el final y comenzar por la parte
más complicada. Fuimos con calma, subiendo y bajando colinas y el
paisaje desde cualquier ángulo era espectacular. Sin las tumbas ya
lo era, por las formaciones rocosas y los distintos rojos, verdes,
amarillos, blancos que formaban el terreno, era como una masa de
barro de distintos pigmentos a medio mezclar y dejada secar. Petra
tras la lluvia tiene que ser un espectáculo. Al contacto con el agua
la roca intensificaba el color hasta un rojo intenso precioso.
Aquel
día había tantos turistas como gente de
la zona. Estos últimos con sus puestos de te y objetos varios, otros llevaban
burros para transportar turistas y otros simplemente deambulan de un
lado para otro. Los que más trabajaban, las mujeres y los niños. Los que parecían los jefes del sitio eran los chicos jóvenes, hasta
el punto que aquello parecía una mafia, nos dio para unas cuantas
risas aquello.
Había
una chica en uno de los puestos cortando en ese mismo momento trozos
de piedra traídos de otra parte con colores muy intensos,. Le
compramos unas de ellas.

Seguimos el recorrido coincidiendo con unos turistas alemanes. En el grupo nos llamó la atención una mujer verdaderamente mayor que iba en él, nos dejó asombrados por su energía y que se moviese con esa facilidad por un recorrido que no era del todo fácil.
Adelantamos al grupo y nos topamos con otra mujer anciana, pero en este caso era autóctona. La sorpresa fue mayor, no nos explicábamos dónde viviría, y si recorrería todos los días aquel camino tan difícil. Nos ofreció un te, Juan y Roy aceptaron, aunque preocupados por la procedencia del agua, ella aseguraba que lo había comprado en una tienda. Yo no me sumé al té no por el agua, sino por tener tener aún el estómago indispuesto.
Más adelante llegamos a la tumba de los jardines, a mi me empezaron a flaquear las fuerzas y tuve que parar un rato.
Aquel lugar era un bonito ejercicio para la imaginación. Según se ponía ver en el cartel aquel valle entre montañas había sido en su tiempo un vergel lleno de plantas, en el que corría el agua y la abundancia. De eso sólo quedaba ya el esqueleto y algún que otro matorral.
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5 comentarios:
Ya no me lo esperaba. Me alegro que sigas. Muy guapas fotos y buen reportaje, aunque ya se ve que eres más amiga de la imagen, los textos casi parecen pies de fotos ampliados.
Sólo tengo un pero: ya sabes la manía que les tengo a eso que llamo palabras-clave, un signo lingüístico de los tiempos. "Impactante" es una que ha venido a sumarse, en la actualidad, a las ya conocidas "comomuy", "para nada", etc.
Tómalo como un capricho de lector, pero ¿serías tan amable en sustituirla por otra? Te sugiero algunas, emocionante, conmovedor, chocante, demoledor (imagen arquitectónica y ruinosa...). O ya deslumbrante, desestabilizante, cataclísmico, aplastante, espachurrante, anonadante, mortal!!! Un escatólogo como yo preferiría incluso el más hispano acojonante, ¿ovariante?, no. Es una pena que no existan algunas, como patidifusante, ¡qué bobada!, pero vale "me dejó o quedé Patti Diffusa".
Disculpa mi impertinencia pero el estilo en literatura, también cuenta, y mucho. Pero pelillos a la mar!
Espero que sonrías. Besos y gracias por este bonito trabajo.
Un tío pesao.
¡Ah, y otra cosa que me gusta es el tono entusiasta del relato!, no hay mejor modo de vivir la vida.
Más besos.
El tono entusiasta creo que es lo único que puedo aportar a los relatos, porque en cuanto a vocabulario y estilo ya sé que voy "comomuy" escasa, pero perdóname, no me encaja ninguno de los adjetivos que has dado para sustituirla, pero lo tendré en cuenta en adelante.
Tú lo has dicho, lo mio es la imagen, eso sí, el texto lo escribí sin las fotos y éstas las he ido colocando para no hacerlo pesado y para "ilustrar" las cosas que cuento, ya que tengo testimonio gráfico, ¿por qué no aprovecharlo?
Besitos de tu "ovariante" sobrina.
Sí, la palabra tiene fuerza, hay que reconocerlo, es el abuso de ella lo que la hace especialmente insoportable; ya me daba cuenta que era una petición impertinente, pero por pidir..., y lo dicho , pelines? a la mar!, no tan escasa, no te pasases de humirde.
Y abrazos.
Tania: me ha sorprendido mucho encontrarme con este reportaje y lo he disfrutado muchísimo. Me parece una descripción estupenda y te agradezco que nos lo hayas ofrecido.
La aportación gráfica, además, subraya deliciosamente tu relato. Se ve que Psilicosis es un experto en nuestra lengua y debes de tener en cuenta las sugerencias que te hace pero yo encuentro tu exposición muy directa y natural, en definitiva, me ha gustado
mucho. Un beso, preciosa. Tengo ya muchas ganas de volver a veros.
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