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No calculamos del todo bien para conservar algo de luz al regreso. Porque la noche se nos cayó encima y aún teníamos una hora de camino, fue una suerte, porque la sensación de estar solos en Petra nos hacía sentir muy privilegiados.Cuando el beduino del burro vio que la conversación con la chica no daba más de si, se acercó a nosotros. Después de informarse de nuestra procedencia y detalles del viaje, propuso que nos uniésemos a una cena en la cueva que había organizado para la familia americana (la pareja y el niño).
Nos dijo que prepararía una cena con comida típica en una cueva iluminada con velas y nos irían a recoger al hotel para llevarnos al lugar, cercano a la "little Petra". A cambio sólo tendríamos que pagarles "la voluntad", la verdad es que era una propuesta difícil de rechazar.
Llevamos en el coche a las chicas a su hotel y luego llegamos al nuestro, para darnos un pequeño descanso. Después de esto, llegaron los anfitriones en un magnífico todo-terreno de Toyota, y nos invitaron al seguirlos en nuestro coche, un coche automático que en las cuestas a duras penas podía rodar hacia adelante. El conductor del Toyota pisaba el acelerador con alegría, y a cada tramo tenía que frenar para esperarnos. Varias veces se acercaron a decirnos que acelerásemos, pero no contaban con las limitaciones inevitables del coche y la ventaja para ellos de las curvas acelerando en ellas prácticamente a oscuras, mientras que nosotros nos movíamos por una carretera totalmente desconocida.
Lo más sorprendente del camino vino cuando atravesamos una pequeña población de casas bajas, todas muy parecidas, en las que podías notar el bullicio en su interior y desolación en las calles. El asfalto estaba parcialmente cubierto de arena y la basura. El abandono era más que notable. Como si de perros asalvajados se tratase, podía verse burros comiendo de la basura, sin ningún tipo de cuerda, amarre o montura que indicase que aquellos animales fuesen propiedad de alguien.
La parada tenía como objetivo recoger algunas compras que habrían encargado previamente para la cena. Continuamos la travesía. Esta vez con uno de los beduinos en nuestro coche para indicarnos la salida si era necesario. En un punto de la carretera nos dio indicaciones para salir por un camino de tierra. Después de avanzar un poco nos preocupaba que, siguiendo por aquella senda, la tracción a las dos ruedas no fuese suficiente para sacarnos de allí. Así que dejamos el coche en medio de la nada y seguimos andando.
El cielo estaba despejado aunque con una capa brumosa y la luna estaba bastante entera. De forma que, una vez la vista se acostumbraba, podíamos ver las formas básicas sin otro tipo de iluminación. Pronto llegamos a la cueva, una roca en medio de una pequeña llanura arenosa, con una escalera tallada. Tenía una buena localización, por el día tendría unas bonitas vistas.
Nos extrañamos al distinguir al lado de la roca un autobús y un montón de personas apelotonadas en la superficie frente a la cueva, nos dijeron que había otra cena organizada antes que la nuestra y que tendríamos que esperar. A nosotros nos daba la risa, aquello era un auténtico negocio, aquí ya empezábamos a hacer cálculos y bromas con la mafia beduina. Nos hicieron pasar algo más adelante, a una caseta prefabricada para hacer tiempo hasta que la cueva estuviese disponible.
Cuando entramos, la habitación estaba a oscuras. Sólo podíamos ver los rescoldos de un brasero situado en el centro de la estancia. Nos sentamos obedientemente alrededor del fuego en el suelo, distinguiendo a duras penas la presencia de otras personas también sentadas con nosotros.
Mientras manteníamos silencio, los beduinos que nos trajeron hasta allí se afanaban en arrancar un generador, para poder poner en marcha la iluminación. Por unos segundos se hizo la luz y entonces vimos el escenario que nos rodeaba, adornado con una escopeta apoyada en la pared. Había ocho personas más, la familia americana, un hombre adulto y al otro lado, tapados con una manta hasta los ojos una mujer y un niño y otros dos hombres a mi izquierda.
Aquello posiblemente sería su vivienda habitual. Estuvimos un largo tiempo en aquella estancia. Por algunos momentos lograron estabilizar el generador manteniendo el espacio iluminado. Durante ese tiempo estuvimos charlando con la familia americana, que nos contaba, por ejemplo, la necesidad tener armas en su rancho porque los osos entraban a las casas para comerse a los niños. También nos hablaban de que en su Estado estaba permitido llevar armas de fuego siempre que estuviesen visibles, podías entrar en un supermercado con una escopeta o cualquier otra arma si no la llevabas escondida. Sin embargo era incompatible con la bebida, si bebías una sola gota de alcohol o entrabas a un bar con escopeta serías inmediatamente reducido. Yo me imaginaba a la policía apareciendo de la nada. También nos comentaban que su viaje a Jordania enlazaba con la visita a un centro de fertilidad de Irán, que era, según decían, el mejor del mundo.
La mujer llevaba buen ritmo con la colcha que estaba tejiendo, no importaba si se iba la luz, tenía colgado del cuello una pequeña linterna que sujetaba con los dientes. El niño, que según dijeron tenía 14 años, estaba agotado hasta el punto de dormirse en cualquier postura.
Los padres nos decían orgullosos que el chico manejaba muchos idiomas, entre ellos el Español, así que le animaron a que nos hiciese una demostración. Fue curiosa la forma en la que se produjo aquello, porque al comenzar a hablar parecía ser para él un esfuerzo inhumano construir las primeras palabras, pero de manera asombrosa cambió su expresión y las palabras se volvían ágiles en su boca y parecía que era otra persona ya la que estaba hablando, al terminar la frase poco a poco se fue apagando y volvió a su letargo original.
Cuando nos pusimos en pie para pasar a la cueva uno de los hombres que estaban en la habitación le enseñó a Juan unas monedas antiguas que comentaba había ido guardando desde pequeño y que eran auténticas monedas nabateas, pedía por una de ellas a partir de 800 jordanos. A mí lo que me llamó la atención fue que mientras éstos hablaban los otros dos hombres sentados en el suelo cuchicheaban y los miraban con atención. Aquello no podía ser más sospechoso.
Pasamos a la cueva. Efectivamente, la escalera y el interior estaban iluminados con velas.

Allí nos quedaba otra larga espera mientras preparaban la cena, justo delante de la entrada a la cueva. Continuamos la charla. Nos contó la mujer que, un día antes, tenían a un guía para acompañarles en la visita, y que en un momento dado éste se propasó con ella y por si no era suficiente, el guía replicaba que ella lo había provocado. Parece ser que pidieron ayuda a los mismos chicos que esa noche nos preparaban la cena, y que ellos se encargaron de darle su merecido. Mientras lo contaba, ella hacía un gesto recorriendo su cuello con el índice extendido. No dio más detalles.
En un momento dado, oímos cómo se aceraba otro coche a la cueva. Los que iban en él se acercaron a nuestros anfitriones hablando en un tono algo hostil, éstos les respondían en un tono parecido, la conversación fue subiendo de temperatura hasta llegar a los gritos. Decían que querían hablar con la mujer. Ésta no salía de la cueva y seguía tejiendo.

En un momento dado ella se levantó y acercó a hablar, pero los beduinos que estaban con nosotros se pusieron más protectores y llegaron a la pelea. En ese momento nos mirábamos los tres atónitos, la idea de la mafia beduina estaba superando nuestras expectativas, comentábamos en broma que teníamos "cena con drama". El marido también salió en tono tranquilizador y apacible. Al verse superados en número los visitantes dieron la retirada entre gritos y maldiciones. Fueron directos al coche y comenzaron a conducir en círculos en símbolo de protesta, eso duró un tiempo, nosotros estábamos preocupados porque estaban peligrosamente cerca de nuestro coche y no sabíamos de qué eran capaces. Finalmente se fueron pasando por su lado y respiramos aliviados.
El beduino que nos había invitado a la cena entró en la cueva descamisado, sin el turbante y encendido por la pelea. Respiraba con nerviosismo y justificaba el suceso diciendo que habían venido bebidos, al oír esta versión tanto la mujer como el marido lo repitieron como un mantra. A nosotros nos faltaba información para entender lo que pasaba, pero para nada nos parecía que aquella gente estuviese bajo la influencia del alcohol ni nada parecido. La pareja estaba preocupada por la posibilidad de que volviesen armados, pero los chicos aseguraron que no había ningún peligro en ese sentido.
Con el fragor de la pelea, nuestra cena había volado por los aires, brasas incluidas, así que tuvieron que empezar de nuevo. Ente las teorías que barruntamos la que cobró más sentido fue que la gente que había venido tan enfadada había acordado con la mujer una cena igual para esa noche, y todo se debía a un enfrentamiento sobre territorios y clientes.
Cuando la cena estuvo lista trajeron unos panes parecidos al pan de pita pero de gran diámetro, la masa era muy tierna y sabrosa. La comida estaba cocinada en papel albal al calor de las brasas, se trataba de distintas verduras con una carne que parecía proceder de un embutido al que le ha quitado la piel y cortado en trozos iguales, la carne era muy tierna, era lógico descartar que tuviese origen porcino. También venía acompañado de yogur en su tarrina de plástico.

No contaron con cubiertos ni vasos, así que comimos con las manos y fabricaron unos vasos a base de cortar botellas de agua vacías. Todo muy tradicional.
Yo que me había apuntado a la cena por la experiencia más que por la comida, cogía muy pocas cantidades por miedo a empeorar el dolor que ya tenía en el estómago. Cuando el beduino vio que comía poco me preguntó, después del exceso de experiencia más que darle una respuesta convincente agilicé mi ritmo, por suerte no tuvo consecuencias.
Al terminar la cena, en secreto el marido y los beduinos nos dijeron que era el cumpleaños de ella y que tenían una tarta preparada, así que encendieron las velas y cantamos "happy birthday". Nuevamente la falta de utensilios agudizó el ingenio para servir las porciones, cortaton la tarta con una navaja que se hundía en el merengue del doble de altura que el filo y trozos del cartón del envoltorio sirvieron de plato para cada porción.
La tarta de merengue, hojaldre y frutas estaba deliciosa. Fue un dulce final para un día largo e intenso que esperamos no olvidar.
2 comentarios:
Pincho "De Petra a Wadi Rum" pero no aparece...
Sí, lo he publicado por error antes de terminar. En unos minutos acabo y lo vuelvo a compartir.
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