Después de la experiencia de Split dimos por hecho que en muchos caso íbamos a llegar a ciudades de noche, para redescubrirlas al día siguiente con luz natural, y es una forma interesante de conocer los lugares.
Así fue con Mostar, habíamos recorrido el casco antiguo, aunque reconstruido de la ciudad, que ya era mágico de por si con las luces artificiales, con la luz del sol aún era más sorprendente.
No sólo nos quedamos con la parte conocida, sino que quisimos también salirnos del circuito y recorrer de forma aleatoria otras calles residenciales y menos turísticas para conocer el ambiente real del día a día, y fue la parte que más nos sorprendió, había dos caras muy marcadas, la turística y la real, mantenían muchas fachadas tiroteadas, monumentos, mensajes que invitaban a no olvidar.
Por la tarde tomamos un autobús que hacía el recorrido por carretera hasta Sarajevo, por el camino se iba notando que la guerra se extendía por todos los rincones, no había dejado población alguna sin sus secuelas, enormes cementerios, fachadas salpicadas de agujeros, vías de ferrocarril derrumbadas. Después de 20 años, las secuelas que podíamos ver en su gran mayoría seguían así por decisión de los afectados, en algunos otros casos por abandono de la casa.
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