18 de febrero de 2014

Dia 4 - Petra II

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Continuamos siguiendo un río seco que en algunos tramos aun tenía algo de humedad. Nos fuimos alejando poco a poco de la zona montañosa, recorriendo un valle amplio de colinas y poco atractivo turístico, pero rodeados de montañas imponentes con templos tallados a sus faldas.










Reparamos en una de ellas en el mismo instante en que comenzaba en canto del muecín. La ciudad de la que provenía el sonido quedaba a nuestras espaldas, pero las ondas sonoras rebotaban en la pared de la montaña y nos lanzaba el sonido amplificado. Nos quedamos en silencio, atónitos, ante la montaña que cantaba.



Todos los rastros de caminos empezaron a escasear hasta que creímos estar perdidos. Gracias al buen sentido de orientación de Juan volvimos al redil turístico y llegamos a una zona abierta donde había varios restaurantes.

Aquel al que nos acercamos era un buffet libre, pero yo sólo quería comer un poco de arroz blanco. Le comentamos a un camarero la situación y se negó a esa opción -todo el menú o nada-, por suerte Juan ya había entrado y pudo hablar con el encargado que no puso ningún problema.

Terminé antes que ellos y aproveché para sentarme un poco al sol. Me quedé dormida al instante, en la misma postura que me había sentado. Creo que no sabía lo cansada que estaba, la ilusión de estar donde estaba camuflaba la realidad.




Los beduinos intentaban convencernos para que contratásemos sus servicios para subir la colina en burro. Estuve tentada, pero no hizo falta. 




Llegamos al monasterio. En tamaño éste es mayor que la tumba del tesoro, y el espacio que lo rodea es abierto, de forma que se puede contemplar a gran distancia.




Frente a él había un puesto con unos bancos dispuestos como para ver una representación, fue una gozada sentarnos ahí tomando una limonada con menta, nos sentíamos los reyes en ese momento. 



Más allá del chiringuito había también unas vistas sobrecogedoras. Desde distintas colinas a las que se podía acceder, indicadas cada una con un cartel con el mensaje "the best view"  eran la mejor vista de un espectáculo de acantilado que continuaban con más montañas, en ese momento se estaba ocultando el sol tras ellas, por eso la vista desde cualquiera de las cimas siempre sería la mejor. Para dar más ambientación al momento un beduino comenzó a tocar un instrumento similar a la mandolina y a cantar muy bajito. Intenté guardar ese momento en mi memoria.


Regresamos al chiringuitopara admirar el cambio de color del monasterio debido a la puesta de sol. 




Los bancos estaban colocados para admirar un espectáculo. La representación no se hizo esperar, y es que los chicos de la zona se dedicaban a trepar por la colina y subir a la parte más alta del monasterio. Pasaban de un lado a otro saltando. Cuando uno hacía algo que parecía increíble el siguiente lo superaba.


Cuando se cansaban pasaban a la zona del chiringuito, donde estábamos nosotros. El aspecto de la mayoría de ellos hacía pensar que fueron la influencia para el personaje de Jack Sparrow:  ojos pintados, pelo largo y pañuelo en la frente. 



Entre los escasos turistas había una pareja con un niño, ella tejía y su marido le hacía fotos posando con las labores. 



Poco después llegó otro grupo de personas, entre ellos unos que llevaban una cámara sujeta a un dron teledirigido, lo que despertó la atención de todos. La escena estaba volviendo bastante extraña mientras la fachada del monasterio iba enrojeciendo por momentos según caía el sol.



Yo me quedé sentada observando. Juan y Roy fueron a hablar con los chicos del dron. Pero éstos no eran muy habladores. Se acercaron también unas chicas que andaban por allí, que también habían intentado sin éxito sacarles información. Gracias a esa coincidencia comenzaron a hablar del viaje que estaba haciendo cada uno. Ellas estaban planteando también ir en la misma dirección que nosotros, pero no tenían transporte, así que les propusieron unirse a nuestro viaje y compartir los gastos del coche. 

Mientras regresábamos aún había luz cuando pasamos por la zona más escarpada. Con nosotros tres estaban las dos chicas, Harmonia y Lucy y dos beduinos jóvenes. Uno de ellos, el más hablador, comenzó a charlar con Harmonia subido a su burro, contándole una historia sobre las mujeres que se casan con los beduinos. La escena parecía sacada de una película.





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1 comentario:

psilicosis dijo...

Jooó, el beduino tocando la mandolina contra el cielo, qué bolito, bor diosss!